sábado, 25 de agosto de 2012

Mi lista negra.

Sé que morís por descubrir qué lugar ocupas en mi cabeza, y que no te deja dormir en paz saber si estás en mi lista negra.
En mi lista hay traidores, hay deudores, acreedores y rencores que una vez fueron amores. Hay fingidos salvadores vestidos de predicadores, hay santos y pecadores, peores que los roedores. Mi lista no se cuece en dos hervores y si fuese vista, provocaría al más provocador de los provocadores. Hay difamadores y desagradecidos a los que hice favores y ahora se hacen los desentendidos. Puse legisladores de varios partidos y es sabido que algunos se lucen por tener menos luces que apellidos. Hay vencedores vencidos y empedernidos dictadores. Perdón que insista, pero mi lista es para estos forajidos, el más temido de los tumores. Está el veleta que con traje de etiqueta me tiró en la cuneta, era una vendetta, por no decirle que tenía abierta la bragueta. Están los proxenetas de la A hasta la Z. Está Romeo, está Julieta, el macho alfa y el beta; y ya se pone inquieta le gente cuyo nombre rima con "eta", que lo parió Mendieta! Si escarbo veo que mi lista tiene más garbo que Greta. En mi lista está esa, la que no volvió diciendo "voy al baño y ya vuelvo"; y está ese que se fue con lo prestado diciendo "ya te lo devuelvo". A nadie absuelvo, ni soy complaciente, en mi lista hay incluso algún pariente y la maestra demente que me dio aguardiente en el kinder. Mi lista es mi confidente y es valiente como la de Schindler. Hay gente del jet set, un cuadro de Monet, una marca de champaña y cabernet, está Ortega, está Gasset, no es por meter cizaña pero en mi lista no hay reset, te lo digo tête a tête. Y si saco la guadaña a los de peor calaña le pongo la foto carnet; y ni la más extraña de las alimañas se va a dar maña para colgar mi lista en la internet. También está Lisett, esa amiga de mi madre que quería que yo hiciera ballet, y al enterarse de que estaba dijo que si la borraba me pagaba el cachet. Cuando la leo se retuercen mis entrañas, se remueven telarañas, el aire se espesa y empaña, y se corta con Gillete. Así es la cosa, mi lista es más peligrosa que una piraña en el bidet. Paso revista y veo al patrón clasista que me echó porque le surgió en su terapia conductista, y por oportunista están él y su analista. En mi lista hay gente que se pasó de lista, además están esos que no estuvieron cuando yo esperaba que estuvieran ahí; y los que de mi se rieron cuando caí, esos también están aquí. Mi lista es amarga, y es más larga que el número pi. Mi lista es mi tratamiento en épocas de abatimiento, es mi escondite y mi aliento frente al padecimiento. Es mi primer y único mandamiento, es un documento y en ella están los nombres causantes de mi sufrimiento. No miento, mi lista es mi instrumento y no sabe de miramientos. Así que lo siento, que la muestre o que la preste va a ser más difícil que verle la sombra al viento.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Dónde esconder tantas manos?

La letra más perfecta:

Que yo no soy, que es él. Que yo actué bien y él no. Ah no, de acá yo no me muevo. Que por cuestión de piel, de sexo, religión, tus zapatos no me los pruebo. ¿A quién le vamos a tirar una pared cuando ya no nos quede nadie? Tal vez un perro fiel a cambio de comer soporte hasta lo insoportable. Temiendo ser peor, temiendo ser mejor, temiendo al fin, siempre temiendo. Viviendo en el ayer, aletargando el hoy. Sí, nena, sí, sobreviviendo. Juzgando al por mayor, te alejas más y más del juicio que más importa; que es el juicio interior, que es el que hay que afrontar siendo parte de esta torta. [...] Los placeres te acortan la correa, y vos que te pensas un indomable. ¿Que gracia tiene andar por esta sociedad jactándose de responsable? Si como un pulpo vas tirando piedras, no hay donde esconder tantas manos. Es mejor asumir la cobardía de huir, a la responsabilidad de vivir. No importa cuanto me puedas alejar de la realidad, yo siempre vuelvo. Psicología infernal, picante dulce y sal, pero despierto y ya no vuelvo. Pasado el tiempo al fin, el espejo devuelve una imagen más familiar. Voy eligiendo a gusto y alternando puede haber picante dulce y sal. Me bato a duelo con quien diga que voy bien, porque hay rachas en la vida. Soy grande y que señor, no vaya a confundir la soberbia con la autoestima. Que la soberbia mira desde mas arriba y no llora penas ajenas. En cambio el autoestima se transmite y contagia a cualquier persona buena.



Si como un pulpo vas tirando piedras, no hay donde esconder tantas manos...


Las Pastillas del Abuelo