Te conseguí la luz del sol a medianoche, y el número después del infinito, y tu seguías ahí como si nada; cómo duele que estés tan lejos, durmiendo aquí en la misma cama, cómo duele tanta distancia, aunque te escucho respirar y estás a cientos de kilómetros, y duele quererte tanto, fingir que todo está perfecto mientras duele gastar la vida, tratando de localizar lo que hace tiempo se perdió; he llegado a confundir con la ternura, la lástima con que a veces me miras. Qué triste es asumir el sufrimiento, qué patético es creer que una mentira convoque a los duendes del milagro, que te hagan despertar enamorado.
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