miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Dónde esconder tantas manos?

La letra más perfecta:

Que yo no soy, que es él. Que yo actué bien y él no. Ah no, de acá yo no me muevo. Que por cuestión de piel, de sexo, religión, tus zapatos no me los pruebo. ¿A quién le vamos a tirar una pared cuando ya no nos quede nadie? Tal vez un perro fiel a cambio de comer soporte hasta lo insoportable. Temiendo ser peor, temiendo ser mejor, temiendo al fin, siempre temiendo. Viviendo en el ayer, aletargando el hoy. Sí, nena, sí, sobreviviendo. Juzgando al por mayor, te alejas más y más del juicio que más importa; que es el juicio interior, que es el que hay que afrontar siendo parte de esta torta. [...] Los placeres te acortan la correa, y vos que te pensas un indomable. ¿Que gracia tiene andar por esta sociedad jactándose de responsable? Si como un pulpo vas tirando piedras, no hay donde esconder tantas manos. Es mejor asumir la cobardía de huir, a la responsabilidad de vivir. No importa cuanto me puedas alejar de la realidad, yo siempre vuelvo. Psicología infernal, picante dulce y sal, pero despierto y ya no vuelvo. Pasado el tiempo al fin, el espejo devuelve una imagen más familiar. Voy eligiendo a gusto y alternando puede haber picante dulce y sal. Me bato a duelo con quien diga que voy bien, porque hay rachas en la vida. Soy grande y que señor, no vaya a confundir la soberbia con la autoestima. Que la soberbia mira desde mas arriba y no llora penas ajenas. En cambio el autoestima se transmite y contagia a cualquier persona buena.



Si como un pulpo vas tirando piedras, no hay donde esconder tantas manos...


Las Pastillas del Abuelo

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