viernes, 31 de diciembre de 2010


Para no sentir, traté de no verte; para no llorar, preferí la apatía; para no extrañarte, la indiferencia; para no quererte, el odio. Para olvidarte, elegí simplemente no recordar; para que sea menos doloroso, me anestesié el corazón con mentiras; para no lastimarte ni lastimarme, quise evitarte. Para seguir viviendo, traté de olvidar que tú también me olvidabas y que alguna vez nuestras vidas se juntaron para compartir tantos momentos. Para ser feliz, conté tus risas; para estar triste, lloré tus lágrimas; para sentirme querida, volví a buscar tus brazos. Para sentirme odiada, recordé las veces que me buscaste; para no tenerle miedo a la soledad, imaginé que todavía estabas; para pensar un poquito menos, fui egoísta como de costumbre y pensé en mi misma. Para corregir mis errores, preferí borrarlos de mi memoria y creer que todo iba a estar bien; para no necesitarte, me independicé a mi manera. Para poder cargar conmigo misma, intenté olvidarme; para intentar detener el mundo, paré el tiempo en los segundos que pasé sin tí y solo me quedaron los momentos más maravillosos. Para obtener mi propio perdón, me auto-convencí de que tú estabas perfectamente bien; para ocultar mi miedo a perderte, dejé que te fueras sin tratar de hacer algo para impedirlo. Para no pensar en el presente y mucho menos en el futuro, recordé el pasado; para no aclarar mis dudas, dejé que me conformara con los inconstantes rumores. Para ayudarme a estar contenta, respeté mis decisiones y con dolor, acepté el final que yo misma decidí. Para falsificar tu presencia, me acerqué a ti aunque no me vieras. Pero hoy me propuse olvidarte.

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